La plaza de Candelaria parece inclinar el pequeño mapa de la hostelería local para convertir su cuadrada estructura en un emplazamiento irresistible de tapas, almuerzos, cenas, cafés y helados.
La última apertura, este 10 de mayo, parece redondear un atractivo gastronómico y goloso de primer orden local. Un refuerzo notable para un pequeño recorrido que cuenta con lugares tan distintos -y apreciados por distintos públicos- como Sonámbulo, Café Royalty, Mare, Peña La Estrella, Pócimas o El Limonero.

La última novedad es El Ángelus, llamado así con humor "porque abrimos cada día a las 12, al mediodía", justo la hora a la que ya se puede beber alcohol según la tradición católica, confirma Carmen Adán, copropietaria junto a Víctor Piñero.
La pareja, formada en la Escuela de Hostelería de Cádiz y a través de miles de kilómetros, de Pekín a Oslo, es muy conocida en la ciudad por La Candela, el restaurante que abrieron con gran éxito permanente en la calle Feduchy hace ya 13 años, en 2012.

En el caso de su nuevo local en Candelaria, la propuesta es algo menos ecléctica e internacional, menos asiática -una de las pasiones de Carmen y Víctor- para dar paso a "un híbrido entre abacería y restaurante", un lugar intermedio entre taberna muy fina y noble casa de comidas.
La decoración es impactante. La llamativa altura de los techos recuerda a siglos pasados, como los arcos y bloques de piedra ostionera, todo a la vista. La espectacular rehabilitación -era una tienda de antiguos productos eléctricos- es obra de Santiago Barrera Borrell, del estudio gaditano de arquitectura MCK.


En la entrada, por ejemplo, destaca junto a las mesas altas una isla con apariencia de mármol en la que Víctor Piñero y su equipo preparan toda la cocina fría a la vista del público.
La cocina de calor está al fondo, tras un salón levemente apartado por un pasillo y bajo una bodega elevada "que también tendrá un mesa".
La notable amplitud vertical permite juegos visuales con escaleras, reales o simuladas, y lámparas más que colgantes, llovidas. Quizás el talento y la complicidad del diseñador gaditano Arsenio Rodríguez, casualmente presente durante la visita, han tenido algo que ver aunque nadie confirma ni desmiente nada. Discreción.

Al abrir la carta, varios espacios diferentes. De inicio, lo que se come de "un bocado" como gildas, ostras y anchoas. Luego, un largo catálogo de "laterío, semiconservas, chacinas y quesos".
La carta de platos "para empezar" es amplia y diversa. Desde una degustación para dos hasta ensaladas, ensaladillas, salmorejo, puerros o alcachofas al carbón, la inevitable pavía, aquí de bacalao y con mayonesa de adobo gaditano (7,80 euros) y una "cazuelita de guiso del día" (6,50 euros).

El local otorga un papel central a la parrilla. Ese altar de fuego permite disfrutar, "del mar", de pulpo, lubina o arroz negro con calamares, gambones y alioli.
Entre las carnes, chuletón de lomo alto y bajo de vaca frisona gallega, T-bone y entrecot de frisona "centroeuropea" o burguer de wagyu (13,50 euros con 180 gramos de ternera japonesa). A las guarniciones más comunes se añade, por ejemplo, una escalibada. Al carbón, por supuesto.
La carta, por tanto, es mucho más "tradicional y clásica" según el gusto de Andalucía Occidental pero con añadidos muy particulares. Por diferente, parece complementaria a la que ofrece La Candela.

Entre las peculiaridades destaca con fuerza la condición de "champanería de barrio". Así la definen sus propietarios en redes y en persona para anunciar que los espumosos -champán, cava y otras procedencias- tienen un protagonismo especial.
"Nos apetecía mucho ofrecer un lugar en el que tomar esos vinos por copas y sin elitismos, a precios asequibles, con muchas opciones". La importancia del vino blanco burbujeante provoca una de las anécdotas del local.

"Tenemos un botón del champán, el cliente lo aprieta y le servimos una copa inmediatamente, sin preguntar más, al margen de lo que haya pedido antes o vaya a pedir después", dice Carmen con enorme sonrisa.
La oferta de vinos va más allá, con respetuoso y notable lugar para los generosos. Por tanto, para la provincia de Cádiz. Desde algún Gutiérrez Colosía hasta varios de la Bodega Viuda Manjón o una manzanilla pasada de La Maruja.
Numerosos y poco manidos blancos o tintos están divididos entre "andaluces" y "resto de España", con hueco para los rosados.