En un contexto de creciente industrialización alimentaria, una pequeña empresa gaditana ha encontrado su lugar defendiendo el valor del producto artesanal. Tradi-Arte, fundada hace una década por Rafael Valenzuela, nació como respuesta a lo que su creador percibía como una pérdida generalizada de calidad en el mercado, especialmente en un alimento tan cotidiano como el pan.
La chispa surgió en Alcalá de los Gazules, donde Valenzuela, gran aficionado al buen pan, decidió aliarse con el dueño de un antiguo obrador local para distribuir su producción de forma exclusiva. Aquel pan moreno elaborado con trigo duro molido en piedra, fermentado con tiempo y horneado con leña de acebuche, se convirtió en el buque insignia de un proyecto que aspiraba a llevar lo artesanal más allá de lo local.
Desde entonces, la empresa ha ido ampliando su catálogo de productos. Aquel primer pan se le unió un café de especialidad procedente de pequeñas fincas de Centro y Sudamérica, importado en grano verde y tostado de manera artesanal en la localidad gaditana de San José del Valle. Más recientemente, se ha incorporado miel pura de azahar, producida en los naranjales de San Martín del Tesorillo.
Otro producto con un toque especial es una miel artesanal pura de Azahar. Esta miel es recolectada en los naranjales de San Martín del Tesorillo. Cuenta con propiedades antisépticas, por lo que ayuda a fortalecer el sistema inmunológico.
La fórmula de la empresa se basa en acuerdos con productores tradicionales de la zona que aún conservan procesos manuales y conocimientos heredados. El objetivo, según Valenzuela, no es solo comercializar alimentos, sino ayudar a preservar formas de producción que, en su opinión, corren el riesgo de desaparecer. “O se defienden o se pierden”, afirma.
A día de hoy, la empresa distribuye sus productos a través de puntos de venta repartidos por la Bahía de Cádiz y Jerez, además de contar con una plataforma web que permite los envíos a nivel peninsular. Aunque el epicentro productivo sigue estando en Alcalá de los Gazules, el modelo de negocio ha logrado adaptarse a una demanda creciente sin alterar su estructura artesanal.
El impacto de la pandemia supuso un desafío, como para buena parte del sector, pero también una oportunidad para redefinir objetivos. La empresa cuenta ya con empleados, vehículos de reparto y acuerdos institucionales para comenzar la exportación de algunos de sus productos, como la miel y el café, más allá del mercado nacional.
Un sello de calidad
Para Valenzuela, la clave está en generar confianza sin renunciar al origen. “Cuando alguien ve que un pan viene de Alcalá, ya lo asocia con una cierta forma de hacer las cosas”, sostiene. La identidad territorial funciona como sello de calidad, y la marca, según afirma, ha logrado posicionarse como una referencia entre consumidores que buscan alternativas al producto estandarizado.
Lejos de provenir de una tradición familiar en la hostelería o la alimentación, Valenzuela se define como un consumidor exigente que no encontraba lo que quería en el mercado. Su malestar al enfrentarse a productos industriales disfrazados de artesanía fue lo que le empujó a emprender. “Quería ofrecer algo que la gente pudiera comer con tranquilidad, sabiendo que es auténtico”, explica.
Más allá de los productos, Tradi-Arte busca consolidarse como una estructura que permita a pequeños productores mantener sus métodos frente a la presión del mercado. En ese equilibrio entre tradición e innovación se encuentra su singularidad, y también su reto: sostener una forma de producción que, pese a sus limitaciones, aspira a seguir teniendo un lugar propio en la oferta alimentaria actual.
