El levante desafiando al albero. El inmenso toro esperando a ser iluminado. En la escena de este miércoles 28 de mayo, un grupo de familias aferradas a la valla. Están a escasos metros de del animal que se ha convertido en símbolo de la Feria de Primavera y Fiesta del Vino Fino de El Puerto. El más grande del mundo dicen. A sus patas, está a punto de inaugurarse oficialmente la que promete ser la feria más inclusiva, con carné para personas con TEA e hilo musical unificado en las atracciones.
Con la huelga de autobuses desconvocada unas horas antes, el logo de Osborne mira cómo llegan unos hombres enchaquetadísimos. Son Germán Beardo, alcalde de la ciudad, Javier Bello, portavoz del gobierno local con cargo en Diputación, y Jesús Garay, delegado de seguridad.
¿Va ganando el Betis 1-0?, pregunta alguien. La popular velada coincidió con el partido del equipo verdiblanco contra el Chelsea en Breslavia, Polonia. Algunos estaban más pendientes de lo que pasaba a kilómetros del Real, ese sueño europeo que no pudo ser.
¿Quién es ese hombre tan alto que acaba de llegar? Xavier García Albiol, alcalde de Badalona, la ciudad a la que está dedicada la Feria este año, destacaba. Y no por ser un rostro conocido de los telediarios, sino por una altura que provocaba que todos inclinaran sus cabezas para saludarle. Todos menos IU, que ya dejó claro que no iba a participar y, sin pelos en la lengua, le calificó como "uno de los principales representantes de la extrema derecha, la xenofobia y el racismo en España".
Muchas sonrisas y besos protocolarios ante la imponente figura que hace que esta feria sea original. Después fue el turno de inaugurar la caseta de Afanas, justo al lado de la portada, que celebra sus 30 años en el Real. Los compañeros fotógrafos hablan de sus movidas, al mismo tiempo que los presentes como Ángel González, portavoz del PSOE local brindaban en vasitos de plástico.
Un cúmulo de personalidades sobre el suelo que hace unas horas habían pisado unas 400 personas, entre usuarios y familiares de la entidad, para disfrutar “de lo lindo” de su tradicional comida. Unas cuantas caladas al vaper antes de subir a la tarima. Otros cuantos saludos y llegó el momento más esperado y más fugaz. García Albiol tardó un segundo en accionar la palanca, que parecía sacada de la silla eléctrica. El machetazo lo llaman. Y se hizo la luz. El catalán ni se inmutó. Pero el público estaba eufórico porque acababa de arrancar oficialmente el oasis de desconexión más querido.
Con la bandera de Badalona ondeando -el levante no daba tregua- tras la pieza musical de la histórica Banda Maestro de Dueñas, se escuchó el primer petardazo. La foto reglamentaria, esta vez con brindis en catavino, y un abrumador despliegue de fuegos artificiales. El cielo brillaba con colores y corazones anunciando lo que se sabía.
Como estaba previsto, después del espectáculo pirotécnico, se destapó una placa con el nombre de “calle Badalona”, momento en el que Beardo, Albiol y todo el séquito de acompañantes se aglomeraron en una especie de pasillo, entre vallas, bajo el toro. “Ese hombre es del PP ¿no?. Es alto, ¿eh?”, comentaba una pareja. Un chico aprovechó para hacerse un selfie con el político catalán que, unos minutos más tarde, estaba recorriendo el recinto rumbo a la Caseta Municipal.
Curiosamente, delante de la caseta de El Chipirón, que este año ha cambiado de ubicación, se divisaba parte de la estructura de una caseta, trozos que también se encontraban en otros puntos del recinto. ¿El montaje no había terminado todavía? Un detalle que no pasó desapercibido en un día como este. "Vendrá un camión a llevárselas", confimaron desde el Ayuntamiento.
Pese a ello, la fila formada por multitud de caras conocidas de la política provincial ya estaba en un reservado. Allí bebían, como no, la verdadera estrella de la Feria, el Fino Quinta. También la familia Osborne disfrutaba de su vino, servido en esta ocasión por Juan Pacheco, venenciador de la casa desde hace ya 39 años.
De saludo en saludo y de jamón en jamón. "Qué alegría, qué alboroto, otro perrito piloto", se escuchaba en la calle del infierno mientras Albiol hincaba el diente al plato. A unos metros de él, el tablao estaba lleno de chavales muy jóvenes bailando sevillanas. Para que luego digan que las nuevas generaciones solo quieren reguetón.
Y al salir de la caseta, unas señoras ataviadas con trajes lilas de lunares blancos, todas iguales, habían montado su propia juerga. “Qué gansa tengo que lleguen los caracoles”, cantaban al unísono a cuatro parejas de baile que se arrancaron allí en medio.
También entonaron unas letras al rebujito, otro protagonista de la Feria. “No nos perdemos una feria. Llevamos ya dos semanas cantando por los centros. Mañana venimos otra vez y el día 4 nos vamos a Puerto Real”, explica Mari Angulo, de 87 años. Con su andador, goza de la tradición. Ella es la directora del coro rociero Alegría de El Puerto, compuesto por doce mujeres. “Y todavía me faltan unas cuantas ferias más”, asegura la vecina, que se encarga de componer las letras de las sevillanas.
Vitalidad de la buena y espíritus envidiables los de estas mujeres que, en un momento, han animado a todo el que pasaba. Ellas no la viven por primera vez, como sí lo hace un grupo de amigos procedentes de Holanda, concretamente de Ámsterdam. “Estamos de vacaciones, hemos navegado en un barco y nos han dicho que hay feria y hemos venido”, dicen dos jóvenes de nombres impronunciables. Los 775.583 puntos de luz ya iluminan una edición más.
