El Rastrillo de la Alameda Vieja cumple 80 años: al lugar al que fuiste feliz has de volver. Imagen de un domingo de Alameda, subida a 'Cosas jerezanas que se han perdido con el tiempo'.
El Rastrillo de la Alameda Vieja cumple 80 años: al lugar al que fuiste feliz has de volver. Imagen de un domingo de Alameda, subida a 'Cosas jerezanas que se han perdido con el tiempo'.

Mi infancia son recuerdos, entre otras mil cosas más, de un domingo de Rastrillo. De uno de esos llamados Domingos de Alameda. Se recolectaba y se segaba durante la semana con las vecinas de casa de mi abuela María y con las novelitas de Estefanía que a mi abuelo Manolo le daba un amigo suyo en la peña ornitológica de la calle Caballeros. Me las daba en una caja de frutas y las vendía a pares. Creo que les ponía un precio bastante asequible: dos por cien pesetas. 

Bien temprano, con el carro de la compra que me prestaba mi abuela repleto de objetos olvidados y en completo desuso, se recogían los caballetes y el tablero del puestecito en un cuartito de una de las torres del recinto amurallado del Alcázar. Tenías tu sitio marcado en ese mismo suelo donde a lo mejor la tarde antes habías echado un partido de fútbol con piedras simulando postes de porterías.

Venían a pedirte el carné los hermanos Rosa, los intachables empleados municipales Javier y Manolo, hoy amigos, y echabas la mañana con un bocata esperando llevarte algunas pesetas (no había llegado aún el euro) para comprarte durante la semana rotuladores, folios... y en el quiosco de Trini, junto al antiguo surtidor de Campsa en la calle Puerto, la revista Fotogramas y el Don Balón. Digamos que me ganaba mi paga semanal. Nada extraño a otros niños de la plazoleta que también jugaban a vendedores entre las jacarandas de esa Alameda Vieja que era un vergel.

Entre los niños había gente más profesional, anticuarios, coleccionistas, amantes de la numismática, pensionistas, gente con necesidades que se buscaban la vida cada domingo, paseantes, curiosos, quincalleros..., y no recuerdo gente de mal vivir. Fue la etapa de finales de los 80 y principios de los 90. La edad dorada de aquellos domingos. La edad dorada de una infancia que transitaba muy lentamente hacia la adolescencia. Miraba de reojo los títeres de La Gotera y sonaba también la imponente Banda Municipal de Música. Deseabas mancharte las manos de aquel aceite del puesto de patatas fritas. Un cartucho por veinte duros y una cocacolita. Los domingos de Alameda eran una fiesta en aquel Jerez del derrumbe bodeguero. Y lamentablemente esos domingos se perdieron como lágrimas en la lluvia. Y lo que es peor: se perdieron sin más explicación.

80 años del rastrillo de Jerez

A raíz de una publicación estos días en Cosas jerezanas que se han perdido con el tiempo, un grupo de Facebook que es un arca impagable de cosas familiares —allí encontré una vez a mi abuelo Manolo, ese que les decía de las novelitas, en una foto en un tabanco de la plaza San Lucas—, me ha vuelto a la memoria el rastrillo de la Alameda Vieja. La foto que sube el usuario Zacarías Dorado al citado grupo —y que ilustra esta pieza— representa todo aquello que les contaba sobre nuestro popular rastrillo (o rastro, como también le llamaban).

Bicheo un poco y resulta el Rastrillo de Jerez cumple este año nada más y nada menos que 80 años y que anda exiliado desde 2016 —en una pésima decisión del anterior gobierno municipal— en la explanada de los cacharritos de la Feria, como un piojito cualquiera, arrinconado como si diera vergüenza. Como si Sevilla no estuviera orgullosa de llenar su calle Feria con su mercadillo de El Jueves o Madrid no hubiera convertido su histórico Rastro en un atractivo turístico más. Mercadillos callejeros con siglos de historia.

La pesadilla de la recesión y una votación que cayó en saco roto

Es cierto que la recesión que llegó tras el crack de 2008 convirtió a los 250-300 puestos del rastro en un sálvase quien pueda, gente con verdaderas necesidades en plena crisis y alguna denuncia por venta de objetos previamente robados. Pero el rastrillo de Jerez, veterano entre estos rastros en Andalucía, merecía otro trato. Otro regreso a su Alameda Vieja, de donde nunca debió salir.

De hecho, se votó su continuidad en este emplazamiento y el resultado fue rotundo. En junio de 2016 se produjo la votación y el 88% de los vendedores apostó por continuar a los pies del Conjunto Monumental del Alcázar de Jerez. El color y ambiente de los domingos en la Alameda Vieja era un atractivo para el centro de la ciudad, y una manera más de dinamizar un punto clave para el turismo como gran motor de la economía local. Por no hablar de que muchos se buscan la vida vendiendo todo tipo de cosas en este mercado tan pintoresco.

Sin más explicación, el ejecutivo socialista desoyó el resultado de aquella votación y mantuvo en el González Hontoria, de la inhóspita explanada de los cacharritos al propio parque y la Rosaleda, un mercadillo tradicional que atrae público de toda la provincia.

El nuevo ejecutivo de María José García-Pelayo, que en su anterior etapa incorporó el Rastrillo de verano (los sábados de julio y agosto en la tarde-noche), no parece que haya tenido interés en devolver al centro histórico un evento que también ha formado siempre parte de su identidad, ya fuese cuando empezó en 1945 junto a la escalerilla del Villamarta, cuando saltó en 2001 a San Mateo por las obras de remodelación de la Alameda Vieja, o cuando batió todos los récords de vendedores (560) en 2015 y tuvo que ampliarse hasta prácticamente el inicio de calle Armas.

La pequeña encuesta que pueda representar el hilo de comentarios al post del referido grupo de Facebook debería hacer recapacitar a nuestros gobernantes sobre el injusto trato que se le ha dado a un Rastrillo con ocho décadas a cuestas de historia y curiosidades. Al lugar donde fuiste feliz siempre hay que volver. 

Lo más leído
OSZAR »